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  • Foto del escritorMi Cuerpo/Min Krop

Cuando descubrí que era gay

Actualizado: 7 ago

Cuando pensamos en qué es ser gay se nos viene a la mente parejas del mismo sexo abrazadas o tomadas de la mano, también arcoíris, unicornios y brillantina.


Cuando tenía 12 años, la palabra gay solo representaba para mí un insulto común entre

Ilustración de un chico co gorro rojo y chaqueta negra sonriendo

los varones en el colegio y en el barrio.

Uno que me esforzaba por no recibir, la mayoría de las veces pasando desapercibido. La pobre educación que pasó por nuestras aulas a duras penas servía a las personas heterosexuales, mucho menos iba a influir significativamente en las experiencias de un chico que estaba a punto de descubrirse como parte de una población diversa.


En mi adolescencia, mi visión del mundo estaba fuertemente fundamentada en una estricta educación cristiana que recibí en casa y que era incluso vista como de mayor importancia que la educación formal. Además, por aquel entonces, el internet no estaba tan ampliamente disponible como lo está ahora, así que no tenía muchas oportunidades de divisar otras perspectivas diferentes a las prestablecidas por mi entorno.


De modo que la primera vez que sentí atracción sexual por otro chico, la palabra gay ni siquiera me sugería nada que pudiera nombrar ese deseo que afloraba en mí. Tenía tan interiorizada la culpa y la vergüenza asociadas al deseo en la moral sexual cristiana, que no habría importado si lo sentía por un chico o una chica, en ese momento la autocensura probablemente habría sido igual.


Fue cuando pude empezar a explorar más los significados que rodean a la sexualidad en nuestra cultura que descubrí mi “anormalidad. Eso que me ubicaba en la peor posición de la escala moral de prohibición del deseo. Si hubiera sido heterosexual seguramente habría tenido que revelarme en contra de la prohibición de las relaciones sexuales antes del matrimonio. Pero era peor aún, mi forma de sexualidad era considerada sucia y despreciable. De hecho, para ese momento, apenas cumplía 34 años la despenalización de la homosexualidad en Colombia.



Chico con cabello rosa en medio de multitud a blanco y negro

El hecho de saberme gay, ese autorreconocimiento, sería la carga que, a pesar de nunca haber elegido, tendría que llevar por siempre como estigma, pero también como reivindicación política del derecho de todas las personas a la autonomía sobre su propio cuerpo y sexualidad.
Chica abraza a chico

Recuerdo claramente aquel día cuando tenía 14 años y, plenamente consciente de mi diferencia, pude confesarle a alguien mi verdad. Solo pude confiar en mi mejor amiga, quien además me brindó un apoyo incondicional para sobrellevar esta primera etapa de descubrimiento y exploración de mi sexualidad. Ella fue la única persona que me escuchó en los momentos difíciles, cuando la sociedad intentaba inculcarme el odio hacia mi propio deseo y mi propia identidad. Ella fue mi confidente durante mi primer enamoramiento y durante todas las sensaciones maravillosas y agridulces que lo acompañaron.

Hoy, la heterosexualidad sigue siendo culturalmente obligatoria para miles de chicos y chicas diversos que no se ajustan a la norma y crecen en entornos familiares, escolares y sociales hostiles hacia la diferencia.

Aún hay muchas personas, incluso desde temprana edad, que siguen reproduciendo el estigma que recae sobre las personas gays y lesbianas, utilizando términos despectivos y un lenguaje deshumanizante para referirse a ellas y a sus experiencias de vida. Esto debe cambiar. Una forma sencilla de lograr este cambio es entendiendo que la homosexualidad no es algo que las personas puedan elegir o cambiar si lo desean.


Brayan Tristancho

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