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  • Foto del escritorMi Cuerpo/Min Krop

Las cosas que la bulimia me quitó

Actualizado: 7 ago

He pedido ayuda un par de veces: cuando necesité ir al hospital y cuando no pude más y mis compañeros se dieron cuenta de que me desmayé.


Niña bulimia atormentada

Durante muchos años, mi vida ha sido un viaje turbulento, marcado por la sombra enfermiza de la bulimia. Cada día, durante más de una década, me vi atrapada en un ciclo vicioso de comer en exceso y compensar con periodos restrictivos sin comer nada. Muchas veces he hablado del “ciclo que nunca va a terminar” y de lo mucho que cuesta pedir ayuda.


Siempre fui una niña gorda, muy estudiosa, muy responsable, graciosa, educada, hasta bonita; pero siempre gorda. Todo siempre estaba bajo la lupa de la vigilancia de la gordura. Una niña gorda parece que no tiene derecho a divertirse, a jugar deportes, a que la vean comer, a ser escandalosa.


Niña bulimia drogas
Rutina de Salma (Óleo sobre tela)

Nunca pude ser la niña que quise ser porque evitaba cualquier cosa que dejara en evidencia que era gorda, como nadar, correr, comer.


Me apenaba tanto que me vieran comer, era como si estuviera desnuda.


No recuerdo la primera vez que vomité para perder peso o eliminar la sensación de haber comido en exceso. Pero sé que desde los 11 años fue algo muy recurrente.


Durante varios años seguí con estas conductas: comer hasta no poder más y vomitar después, usar laxantes o simplemente dejar de comer. En cierto modo, no me parecía anormal, pero pronto quedó claro que mi relación con la comida estaba envenenada por la compulsión y el miedo.


Las consecuencias físicas pronto se hicieron evidentes: dejé de tener la menstruación, mis dientes se empezaron a manchar y a hacer amarillos, empecé a tener trastornos digestivos y a no dormir. Mi cuerpo se convirtió en el reflejo físico de la tormenta emocional que rugía en mi interior.


Welcome Mia de Salma Óleo sobre tela
Welcome Mia de Salma (Óleo sobre tela)

A pesar de saber que lastimaba y alejaba a las personas que me querían, de ser consciente de que mi salud se deterioraba cada día más, que la enfermedad me había comido a mí; no volver a ser gorda estaba por encima de todo.


He pedido ayuda un par de veces y lo agradezco tanto, porque me salvó la vida.


Toqué fondo hace unos años y, de alguna forma, lo agradezco, porque solo me quedó mejorar, renacer, y hacer cosas buenas con todo lo malo que me había pasado.


Mi historia forma parte de quien soy, pero no define mi identidad. Ahora la abordo en mi obra artística (@salmazuraya.art), pues considero que es importante romper el silencio y brindar apoyo a quienes atraviesan situaciones similares. Aunque las heridas nunca sanen por completo, la determinación de vivir cada día plenamente nunca desaparece.


— Salma


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