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Llorar y pedir ayuda no te hacen “débil”

  • Foto del escritor: Mi Cuerpo/Min Krop
    Mi Cuerpo/Min Krop
  • 10 abr
  • 3 Min. de lectura

Sufrí violencia por parte de mi novia entre mis 13 a 16 años. Recuerdo esas épocas menos fáciles donde conocí una persona mayor que yo por dos años; yo me encontraba cursando el segundo año de secundaria. 


Mis hermanos mayores tenían a sus parejas, ellas estaban en cada convivencia familiar, inclusive en nuestro hogar, por lo que, al observar eso, quería aspirar a lo mismo y comencé con mi primera relación “formal". Al principio como muchas relaciones todo fue muy bonito, mi mundo se centró alrededor de esa persona, pues, fue mi primera experiencia sexual, emocional y de noviazgo, yo me sentía una persona adulta. 


Sin embargo, no era capaz de ubicarme en mi realidad de que aún era un niño, creé mucha dependencia hacia ella, es decir, todo lo tenía que hacer con ella y para ella, dejando a un lado a mis amigos, amigas, inclusive guardando distancia con mi familia, pues al ser tan chico, mis padres no aceptaban del todo esa relación. 

Y esa fue la primera señal de violencia, el que por “celos” por parte de ella deje de hablar con muchas personas que me agradaban, solo por cumplir esos caprichos y por mi dependencia emocional. 

También comencé a cambiar mi manera de ser, comencé a tomar un papel de hombre adulto, pues me hacía sentir una persona muy infantil, cosa que era incorrecta pues apenas tenía 14 años, tuve que “madurar” en muchos aspectos para poder cumplir con lo que ella me pedía. 


Y empezó un tormento más y más grande, sufrí violencia económica, ya que ella era la que pagaba todo, y por lo tanto en cada salida se hacía lo que ella quería y cuando ella quería, de hecho, me quedaba en su casa (vivía sola) hasta las 11 de la noche, exponiendo mi integridad ya que a las 11pm salía al centro de la ciudad en busca de un taxi que me llevara al otro extremo para llegar a mi casa, y por consecuente dejé a un lado las salidas con mis amigos de la secundaria, el jugar, divertirme, dejé de ser un niño. 


A medida que pasaba el tiempo, me sentía muy humillado, pues ella tenía el control total sobre nuestra relación y sobre mí, yo me sentía inútil, ya que por mi corta edad no me aceptaban en ningún empleo y no podía aportar ese valor económico en la relación. 


Comenzó la violencia verbal, diciéndome insultos como “pendejo”, “inútil”, “estúpido”, no sabía de qué manera defenderme, mi autoestima estaba muy abajo, no sentía amor propio, las peleas eran todos los días y siempre eran por “mi culpa”. 

Durante ese año, llegó la violencia física, cosa que jamás imagine que llegaría a tener, cachetadas, golpes, rasguños, e incluso llegando hasta amenazas de muerte.  


Mi vida en ese momento no tenía sentido, mis padres siempre me educaron con valores y el más distinguido era el que yo como hombre no podía tocar a una mujer, así que siempre me contuve, mi única manera de sacar lo que sentía era llorando, haciéndome daño a mí mismo y golpeando la pared. Cabe mencionar que después de cada episodio de violencia venía un perdón por parte de ella, y por eso es por lo que me costó tanto distanciarme. 


Fue gracias a mis dos amigos de la infancia, quienes tuvieron el valor de hablar con mi mamá y contarle lo que pasaba, mis padres tomaron acción, fui a terapia, a cursos. No fue tan fácil distanciarme de ella, sin embargo, me rodeé nuevamente de mis amigos, hermanos y comencé a sentirme querido, valorado, y es cuando comencé a dejarla poco a poco. También fue gracias a mi familia y a mí mismo, que comencé a verme con ojos de amor, amarme como soy. 

Todo es un proceso, y cada uno lo vive a su manera, la violencia contra los hombres no suele ser común pero sí existe, y si tú eres alguien que pasa por una situación similar, no tengas miedo de pedir ayuda a tu familia, a tus padres, hermanos e inclusive a tus amigos. 

Trabaja la autoestima, ámate y protege tu integridad y no permitas que alguien te haga sentir que no vales, no permitas la humillación por parte de nadie. 

Ser hombre no significa ser “fuerte”, llorar y pedir ayuda no te hacen “débil”. 


-Santiago Nabor 

 
 
 

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