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  • Foto del escritorMi Cuerpo/Min Krop

Nací para ser libre y así honrar la vida

Actualizado: 7 ago

Hace un tiempo que me pienso, me busco entre recuerdos y pasados. Las lágrimas brotan de mis ojos, como ríos desbordados sobre todo mi ser. Esta agua que habita en mí, limpia el corazón que late entre dolores y alegrías. Me abrazo a mí misma y me digo; suelta. Suelta ese dolor, angustia y miedo, respira. Respira la vida.


Hace un tiempo que me busco entre aprendizajes y caminos. El recorrer distintos lugares, me ha enseñado lo diverso de andar los caminos de la vida, caminos recorridos por las abuelas y abuelos que resultan ser, los lugares donde me encuentro una y otra vez.


Me encuentro y recuerdo que nuestra memoria es importante para continuar, seguir construyendo para lxs que estamos y lxs que vendrán. Es por ello que, deseo compartir mi historia con ustedes, el cómo me sentía perdida y sola, hasta que me encontré a mí misma entre un nosotrxs.


La crisis del ser, me ha hecho repensarme una y otra vez durante toda mi vida. Recuerdo a mis maestrxs en la secundaria y preparatoria, hablaban de filosofía; de ideas y conceptos. En ocasiones resultaba abrumador pensar tanto y no comprendía el por qué, de toda esa discusión.

Los medios, la familia y amistades me decían que debía ser; femenina, bonita, calladita, acomedida. Delgada, rubia, vestir a la moda, ser cool, tener novio, ser buena estudiante, tener futuro prometedor y un gran etcétera…

Mi cuerpo, mi estatura, mi gusto y la forma como me relacionaba no lograba cubrir la expectativa deseada por la sociedad. Frustrada por no cumplir como niña “buena”, opté por la idea de ser la niña “mala”, ser la PUTA. Permití que los “amigos” tocaran mis senos a libre demanda. Me decían que era bien chida -chévere- y que por eso les caía bien, no como sus novias; esas morras -chicas- locas, celosas que no saben quererles bonito. Yo era la amiga con la que podían consolarse sin escuchar reclamos ni exigencias, yo estaba para ellos siempre que lo querían, era una joven adolescente perdida entre expectativas y necesidades de cariño.


La escuela resulta ser, una institución donde se legitiman abusos y violencias. La pubertad fue muy dolorosa para mí, y vivirla en estos espacios fue abrumador. Chaparra y chichona, esas eran “características” que usaban para definirme, eso era lo que creía que yo representaba en esa etapa de mi vida. La depresión por no tener el cuerpo perfecto, la frustración por no tener relaciones amorosas y el tener que descubrir mi sexualidad a escondidas eran, factores que marcaron y delinearon mi etapa de adolescencia. Dolorosa, atormentada y gris, así me recuerdo, sola.


La mujer sumisa y abnegada nunca se me dio con tanta facilidad, por lo cual seguí construyéndome como una PUTA; esa que hace lo que quiere, coge sin remordimientos y no tiene compromisos, esa definición me gustaba.

La realidad era que yo hacía lo que a ellos les gustaba, me dejaba tocar cuando ellos querían y los NO compromisos era algo que a ellos les hacía sentir bien.

Sabía que quería ser libre, pero no comprendía lo complejo que eso significaba; la estafa de perder tu cuerpo por un amor violento.


Definirme como esa PUTA, en esos tiempos, hizo que justificara varios hechos violentos en mi vida. Una violación, por ejemplo:


Un día, en una fiesta con lxs del trabajo, fui violada por un chico, el me gustaba. Nos besamos y tocamos, después me dijo que podía llevarme a mi casa y por eso nos movimos del lugar. Llegamos a su casa primero, yo estaba ebria, había tomado en la fiesta. Recuerdo que empezó a bajarme el pantalón en cuanto cerró la puerta de la entrada, le dije que no estaba segura y no le importo, me penetro por la vagina y luego, por el ano. Me dolía mucho, en mi cabeza solo me preguntaba ¿así es tener sexo? duele. Después, saco su pene de mi cuerpo, me dijo que ahora tenía que llevarme a comprar pastillas porque fui yo la que no quiso pasar a su cuarto, y es que ahí era donde tenía los condones. Al dejarme en mi casa me dijo que, por favor no le hablara en el trabajo, no quería que nadie supiera que salimos. Yo tenía 19 años, él era mayor que yo.


Llegue a la Universidad sola, creyendo en una libertad total y absoluta, no sabía lo que representaba. Los excesos por distraerme de las angustias y tristezas seguían, mi cuerpo como territorio de guerra resultó gravemente herido.


Redescubro la importancia del CUIDADO NO para lxs otrxs, sino para mí como estrategia de sanación. Eso generó que entendiera el tipo de vida que llevaba, entendí que había vivido violencia emocional, psicológica y física. Nunca fui la PUTA LIBRE que decidió a los 13 años, a los 19 años o a los casi 30 años (con un cuerpo diferente por la maternidad y con una lucha distinta a la de antes). El sistema capital y patriarcal te deslumbra, te engaña y abusa de ti siempre.

Aprendo a de-construirme desde el no culparme nunca más.

Con mi historia y desde las historias de lxs demás me escucho, aunque sea difícil entender lo que dice mi cuerpo ¡hace tanto que nos han/hemos negado que resulta difícil asumir el poder creador que nace en ti, en mí!

Varios elementos raros en una alfombra fucsias
Foto: CARPA ROJA ZÄNÄ QUERÉTARO

Comprendo que, yo soy parte de un todo y ese todo es parte de mí. Por esa razón he sentido en mi soledad, el mejor acompañamiento de la vida, yo vivo con, para y desde mis ancestrxs, esa ha sido la forma que me ha permitido amarme y aceptarme. Este aprender, ha logrado aclararse gracias al saberme parte de una comunidad que busca sanar con las memorias de las y los abuelos, para evitar seguir con el sufrimiento de las nuevas generaciones; sanar el linaje es, todo un acto político.


Saber que crecemos juntxs hace que el trabajo de cuidarse sea menos abrumador. Comprendí que yo, soy valiosa por ser única y especial, y ese valor suma a la transformación de la vida misma.


Soy más de lo que puedes ver.

Yo no nací para ser puta, nací para ser libre y así honrar la vida.


Alejandra Cano Muñoz, México, febrero de 2020

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