Sostener la vida: Mi experiencia con los intentos de suicidio de mi madre
- Mi Cuerpo/Min Krop
- 11 sept
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Estaba en la preparatoria, tenía muchas dudas sobre el noviazgo, sobre los anticonceptivos, me abrumaba la gran pregunta "¿Qué voy a ser de grande?” y me sentía pequeñita pequeñita, porque esperaba tener respuestas o información de mi mamá, sin embargo, ella estaba pasando por su segunda separación, estaba en un duelo fuertísimo, tal vez, sintiéndose pequeñita también.
Desde que mi mamá tenía 2 años, la vida le empezó a poner muchas pruebas, que, ahora mirando al pasado, admiro que las ha podido superar de una forma muy resiliente. Le tocó crecer solo con su papá y su hermano, pues mi abuelita falleció muy joven. Mi mamá, igual que yo en ese momento, no tuvo una madre que le hablara de menstruación, que le ayudara a elegir que estudiar, o que simplemente le diera consejos.

Más adelante un embarazo no deseado, un matrimonio lleno de diversas violencias, carencias y más situaciones complejas. Después, ser mamá autónoma y sacar adelante a una hija trabajando turnos dobles, días festivos, con muy poco tiempo para el descanso, siendo víctima de un sistema patriarcal, lidiando con un exesposo violento, padre ausente y deudor alimenticio. Para finalmente intentar rehacer su vida, con una persona que tampoco supo brindarle estabilidad, seguridad y lealtad.
Claro que mi mamá después de todo eso se sentía muy pequeñita, la vida siempre había sido difícil, y a pesar de su coraje, a pesar de su continuo esfuerzo, muchas cosas no estaban en sus manos, y un día no pudo más, había sido demasiado ya.
Aparentar estar siempre bien, trabajar sin parar, no saber expresar sus emociones, la rebasó y tomó la decisión de terminar con su vida. ¿Cómo iba yo a pedirle consejos, cuando la estaba viendo por primera vez en su vida tirando la toalla?
Fueron tres intentos, y en cada uno mi corazón se rompía, mi ejemplo de fortaleza, la persona que más admiro, a quién más amo, necesitaba ayuda y no sabía pedirla, me necesitaba, así como yo la necesite durante toda mi infancia, la diferencia es que ella siempre estuvo para mi ¿Y yo? Yo no pude estar para ella.

Quiero decir, claro que viví todo eso a su lado, pero no pude ayudarla, no sabía qué hacer ni cómo hacerlo, en ese momento no sabía cómo vivir mi propia vida, mucho menos sabía cómo decirle que por favor no se rindiera, y es que solo ella sabía todo el dolor que había soportado ya, todas las decepciones, todo el esfuerzo.
Lo mejor que pude hacer fue continuar con mis deberes escolares, y dejar que los adultos a nuestro al rededor la ayudaran. Ninguno de sus intentos funcionó pues nuestros familiares y sus amistades estuvieron ahí para sostenerla.
Hospitales, psiquiatras, tratamientos, terapias alternativas, todo lo que pudiera ayudar, todo se intentó y mi madre lo logró, logró admitir que sola no podía y se agarró con las fuerzas que le quedaban de las personas que estuvieron ahí para ayudarnos.

Fue una etapa triste para todos, sin embargo, nos dejó una buena lección a todos: No siempre podemos con todo, y eso también está bien, ser vulnerables, pedir ayuda es totalmente humano y comprensible.
Mucho tiempo pensé que no había hecho nada por ella, sentía culpa, pero poco a poco me di cuenta qué, fui parte de la red de apoyo que la sostuvo, la escuché siempre sin juzgarla y viendo que no podía hacer más, pedí ayuda a los adultos que, por fortuna supieron ayudarnos.
El suicidio es un tema delicado, sin embargo, en colectividad se puede lograr reconocer a tiempo las señales de alarma, se pueden tejer las redes necesarias para sostener y ayudar a quien lo necesite. Hablemos de lo incómodo para prevenirlo, no para juzgarlo. Siempre podemos hacer algo, aun cuando creemos que no es así.
-Evelyn Aguilar
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