Hay un tema que viene rondando mi mente desde el año pasado, algo que me sucedió hace casi 10 años y que hasta hoy vengo a encontrarle significado. Afortunadamente me ha servido el ser escuchada por mis amigas y por mí misma para responderme cosas de mi vida sentimental.
Ha pasado ya mucho tiempo y no sé porque hasta ahora lo vengo a entender, pero sí que agradezco al movimiento feminista del cual me siento parte por sacar estos temas de lo privado a lo público.
Además, hace menos de un mes estuve presente en el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan; fueron días de mucho llanto, muchos abrazos, mucha rabia, pero también de mucha reflexión. En algún momento alguien de las asistentes dijo
“Yo creo que ninguna mujer puede decir que nunca nunca ha sufrido algún tipo de violencia”.
Palabras más, palabras menos, pero esta frase me marcó mucho por esos días, porque fue justamente un pensamiento parecido el cual hace meses me hizo recordar lo que pasó cuando yo era adolescente y escucharlo en ese espacio me hizo sentir reflejada y acompañada.
Tuve un noviazgo de algunos meses con un tipo que me encantaba, no fue mi primer noviazgo, pero sí el más significativo en ese momento. Me parecía muy guapo y por aquellos tiempos hasta parecía un privilegio que alguien quisiera estar conmigo… no voy a contar toda la historia con él y tampoco diré que fue un monstruo todo el tiempo, pero había veces que no me sentía muy bien estando con él.
Tenía un temperamento muy extraño, era dulce y tímido, pero era muy celoso, manipulador, explosivo, a veces me tomaba de una manera que me incomodaba demasiado,
a veces criticaba mi forma de vestir o mis acciones de una manera tan hiriente que incluso dejé de usar una blusa que me encantaba y de hacer cosas que me gustaba hacer, incluso de esconderme para estar con mis amistades, pero lo que más recuerdo fue que intentó pegarme un par de veces.
Yo en ese momento no lo veía como un problema pues le tomaba muy poca importancia a pesar del miedo o incomodidad que sentía algunos momentos, pensaba que era algo de la adolescencia.
Debo aclarar que no todo fue feo, como ya dije él era muy tierno, me decía muchas palabras lindas, tenía detalles conmigo que me parecían adorables y justamente son esos momentos lindos los que nos hacen pasar por alto las acciones que no deberíamos permitir.
No duramos mucho tiempo, algunos meses nada más, terminamos por mil motivos, ninguno asociado a esas violencias, y las relaciones después de él fueron tan inestables y con muy poco compromiso emocional de mi parte que fracasaban poco a poco; nunca lo acepté, nunca me di cuenta que había sido porque esa relación de adolescencia me dejó muy marcada y con muchos miedos emocionales.
Yo siempre decía “que triste que muchas compañeras, amigas y conocidas hayan sufrido algún tipo de violencia, me duele su dolor, pero creo que yo nunca he pasado por algo así, salvo por el típico y asqueroso acoso callejero” -sólo ceguedad de mi parte.
2019 fue un año de mucha lucha feminista, fue un año donde me encontré con un grupo de mujeres que poco conocía y que mucho me abrieron su corazón y me compartieron sus historias de violencia donde me vi reflejada también, fue un año donde muchas compañeras se atrevieron a contar sus violencias ¡Gracias! ¡Gracias por compartir su voz! Gracias a ellas me di cuenta que esa relación la traía arrastrando y que me hacía tropezar una y otra vez.
Entendí con un desgarro en el corazón que efectivamente, ninguna mujer puede decir que estamos libres de algún tipo de violencia; no sabría decir si hay quienes su dolor es más grande que el de otras, no sé si compararlo por gravedad, pero una cosa es clara,
tal vez no todas sufrimos lo mismo, ni el mismo tipo de violencia, pero lo que sí es super claro es que no debemos de minimizar lo que nos sucede.
Hoy sigo sanando esas heridas, sigo entendiendo cosas, sigo recordando otras, a veces me gustaría contarle todo esto, para responsabilizarle, para que sienta dolor igual que yo, otras veces pienso que es en vano, pero lo que no ha sido en vano es hablarlo con otras amigas, es reflexionarlo, resignificarlo, no permitirlo nunca más y eso sólo debo agradecerlo a todas las mujeres que comparten sus dolores y en quienes me he visto reflejada.
Deseo con todo mi corazón que nunca, nunca vivan las mujeres y niñas ningún tipo de violencia o dolor, que como decían las compañeras en aquel encuentro, que eso sea cosa del pasado, que en el futuro nuestras adolescentes y niñas cuenten cómo sufrimos las mujeres pero que eso ya no exista en el mundo.
― Esperanza
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